viernes, 22 de enero de 2010

Caminos de Altamira

Abrir la casa al turismo


Unidos tras la crisis del 2001 vecinos productores, artesanos y operadores turísticos de La Consulta, en el Valle de Uco, llevan adelante un proyecto turístico-cultural llamado Caminos de Altamira con el objetivo de revalorizar sus tradiciones y mostrarle al mundo entero su estilo de vida. Todo en el medio de lagos cristalinos y el fondo imponente de la cordillera de los Andes.

Un traje a medida del gusto, del tiempo y de las expectativas de cada viajero. Un paquete turístico-social-cultural diverso, rico en contenidos y entretenido es lo que propone un conjunto de productores, artesanos y operadores de turismo que conforman la aventura de Caminos de Altamira, en la localidad de La Consulta, departamento de San Carlos, Mendoza. Situada dentro del Valle de Uco, al oeste de la provincia, la zona está a 1000 metros de altura al borde de la cordillera de los Andes, y los cursos menores que la pueblan junto a las montañas de fondo componen las postales más bellas de la región.

Noviembre de 2001, crisis post De la Rúa. “En aquel momento nos replanteamos nuestro estilo de vida, muchos vecinos veían que lo que hacían no era valorado por nadie”, cuenta Marcelo Reynoso, motivador del proyecto hoy hecho realidad. “Los vecinos sumamos nuestros esfuerzos para constituir un producto que pudiera brindar a los visitantes una imagen fiel de nuestra cultura y que permita a los jóvenes de esta tierra encontrar objetivos de vida para detener la migración”, sostiene. Al poco tiempo de conformado comenzaron a trabajar coordinados por la Agencia de Extensión Rural La Consulta INTA.

Fueron los mismos vecinos de la zona –históricamente poco y nada mirada con ojos turísticos-, los abrieron las puertas de sus comercios, casas, fincas, bodegas y emprendimientos productivos para brindarle al turista un paquete que puede ir desde un día de campo, hasta recorrer la casa de un artesano, pasear en sulky, disfrutar de un desayuno casero y visitar pequeñas bodegas familiares. Hoy son trece los emprendimientos que integran la red, y dieciséis las familias involucradas directamente.

“Desde que comenzamos a trabajar en conjunto las satisfacciones han sido culturales y sociales, más que económicas, porque revaloramos nuestra vida rural. Vecinos que no apreciaban su actividad, de repente comenzaron a recibir a personas de todas partes del mundo asombrados por lo que hacen”, dice Reynoso. Transitar por Caminos de Altamira es atravesar por un proyecto que busca rescatar la identidad de la vida rural, valorizando los recursos naturales y culturales propios, en beneficio de lo local.

De paseo por el oasis

De inviernos duros que dan lugar a heladas diarias, el mayor caudal de turistas llega a La Consulta entre octubre y abril de cada año. Las tierras del Valle de Uco son productivas y fértiles debido al clima y a la altura, de ahí que en la zona se asienten algunas de las bodegas vitivinícolas más importantes del país. En este contexto los lugareños de dedican mayoritariamente a la cosecha de cerezas, duraznos, peras, manzanas y uvas, actividades todas que el turismo puede disfrutar de la misma mano de los productores.

Con galerías abiertas que bordean a la residencia de cuatro metros de altura, Camilo Casa de campo es uno de los emprendimientos que ofrece hospedaje para 20 personas. “Adaptamos la casa de nuestros abuelos con comodidades acordes a la exigencias del turismo internacional”, cuenta una de las dueñas Olga Ghilardi. Otrora finca en donde convivían un viñedo y tierras cultivadas con choclos y pimientos, tras la crisis económica del 2001 la familia decidió virar de actividad hacia la hotelería ofreciendo un servicio que comprenden habitaciones con baño privado, campiña con pileta y desayunos y platos preparados con alimentos de la zona.

“Nos visitan muchos europeos que vienen a buscar el contacto directo con nosotros, los que vivimos y trabajamos aquí. Quieren probar nuestras empanadas típicas, las carnes a la olla, el pollo al ajillo y el lechón”, cuenta Olga. A la hora de comer todos comparten la mesa: turistas y anfitriones se cruzan en conversaciones que van desde la preparación de un buen vino patero hasta cómo se lleva a cabo el riego por canales.

Un buen plan

El traje a medida se ajusta con programas de medio día, uno o dos días con visitas previamente pautadas, según el gusto de turista. Paseos a caballo, en sulky y en bicicleta, participar de actividades agrícolas, como regar, atar, podar y cosechar frutas, son solo una parte de la actividades. El itinerario también incluye recorridos interpretativos por fincas y chacras donde se puede desde amasar pan, hasta catar y degustar vinos.

Plan para el primer día. Conocer en vivo y en directo cómo es la vida diaria de un agricultor mendocino, echarle un vistazo a sus sistemas de riego, darse una vuelta por la Estación Experimental del INTA de la Consulta donde además de degustar se puede husmear sobre los avatares de la producción hortícola. Por la tarde la finca Melocotón de Oscar Miranda abres sus tranqueras para pasear entre las plantaciones de durazno, peras, manzanas y ciruelas. “En el monte el turista prueba las frutas de estación, recién cosechadas o que él mismo arranca de las plantas. Solo así uno se da cuenta de el sabor de la fruta en estado natural”, cuenta Miranda, que vive en La Consulta desde hace 11 años cuando la fichó como su lugar en el mundo. “Pasamos con mi mujer y nos enamoramos del paisaje. Después volvimos y comenzamos con las plantaciones orgánicas de frutos”, enfatiza.

Plan para el segundo día. Pegarse una vuelta por la mañana bien temprano por la finca Los Maitenes, propiedad de Susana López de Guillardi y su esposo Alfredo. La apuesta para llegar tiene tres opciones: en bicicleta, sulky o a caballo. En la finca, rodeada de viñas, la misma familia dueña de casa recibe a los visitantes con un desayuno de mate cocido, mate o café, y mermeladas de frutas de la zona. Más tarde todos amasan tortitas de grasa de vaca y pancitos.

“A los contingentes de extranjeros les llama la atención nuestra unión familiar, como nos relacionamos y como respetamos nuestras tradiciones”, dice Oscar Miranda. “Uno se presenta tal cual como es, acá no hay disfraz para presentarnos”, cuenta orgulloso.

Y si faltara algo más dentro de este itinerario cultural, para los más arriesgados también la oferta se extiende hasta deportes de aventura como el trekking, senderismo, avistaje de aves y observación de flora y fauna.


lunes, 4 de enero de 2010

Divinos tesoros de San Luis


Divinos tesoros


Tres destinos de la provincia se destacan por ser centros de distintas alternativas que registran el desarrollo regional de los puntanos: el turismo minero como principal atractivo de La Carolina, el ciclismo de montaña en la Villa de Merlo y los deportes acuáticos en las aguas mansas de Potrero de los Funes.

Cuando nadie lo esperaba y tras una curva cerrada se aparecen apiñados sobre la ruta una veintena de ciclistas, con sus cabezas gachas, pegadas unas con otras como abejas en un panal. La escena sucede, y a menudo, por los caminos linderos a la Villa de Merlo, San Luis, uno de los puntos favoritos para la práctica de este deporte en sus facetas de ruta o mountain bike.
La villa, conocida como “la ciudad del microclima”, es también la cara turística de los puntanos gracias a los arroyos, la vegetación de hierbas y helechos, sus profundas quebradas y, desde ya, por estar ubicada en la falda occidental de la Sierra de los Comechingones a un promedio de 1000 metros sobre el nivel del mar.
También desde hace poco más de cinco años es el centro de visitantes que llegan con sus bicicletas, solos, en familia o en grupo de amigos, para recorrer caminos que atraviesan lagos y sierras. En este contexto un conjunto de ciclistas, apoyados por empresas locales e instituciones, creó la Agrupación MTB encargada de organizar competencias con el fin de contribuir a mejorar las estructuras de trabajo relacionadas al mountain bike. “Junto a los participantes, en cada competición, llegan sus familias y los amigos que los apoyan. Gracias a estas competencias creció el turismo en toda la región”, cuenta Claudio Mastronardi, uno de los organizadores.
Competencias como el Cruce de las Sierras de los Comechingones y la Unión de los Pueblos convocan a más de 200 competidores de Argentina y países limítrofes. “Los desafíos son de 50 Km. y los deportistas atraviesan arena, montaña y ripio hasta llegar al final”, amplía Mastronardi. La visión de los organizadores apunta a concretar competencias en la temporada baja para alentar la llegada de viajeros durante todos los meses del año. “Con la bicicleta se suscita la curiosidad, la simpatía, se favorecen las relaciones humanas y se tiene un contacto estrecho con el medio. El viento recorre nuestras mejillas, los olores inundan nuestro olfato, todo está envuelto por el esfuerzo de rodar y el paisaje por el que deambulamos. Eso es en esencia la sensación del ciclomontañista”, explican orgullos desde la agrupación.


El pueblo minero
A 1610 metros de altura y sobre la falda del cerro Tomolasta -ideal para la práctica de parapente-, se ubica La Carolina, un legendario pueblo fundado por aventureros que llegaron a fines del 1700 atraídos por la “fiebre del oro”. De tradición minera, este pequeño poblado -ubicado en lo más alto de las sierras centrales en el centro-norte de la provincia-, vive agitado por la llegada de viajeros que arriban para disfrutar de circuitos que prometen recorrer el museo de la mina de “Buena Esperanza” y la gruta “Intihuasi”, donde se encuentran los restos óseos y líticos de la cultura Ayampityn, quienes habitaron la zona hace 8000 años.
“El nuestro es un pueblo pintoresco con todas las casas construidas en piedra del lugar. La calle principal está empedrada de manera artesanal, siempre con la intención de respetar la tradición minera, conservando nuestra identidad”, cuenta la intendente Ingrid Blumencweig.
El circuito minero se completa con el museo El Tomolasta (“Casa del Sol” en quechua), creado en la década del 90 y que guarda desde una conana (mortero de piedra) hasta material lítico como antiguas puntas de flechas y raspadores.
Con la llegada de cada año el pueblo se viste de gala para recibir a visitantes de todas partes en la Fiesta del Oro. En el 2010 se llevará a cabo del 8 al 11 de enero y, como siempre, llegarán agrupaciones gauchas a caballo de toda la provincia y habrá desde entretenimientos hasta la elección de la reina.
Además en toda la zona de La Carolina “se destacan los productores de una papa conocida como semilla de muy buena calidad y certificada”, cuenta la intendente. “Entre las comidas somos conocidos por los corderos, y la carne de vaca hecha a la masa o con cuero bien condimentada y preparada en un horno de barro”, explica.
En cuanto a las artesanías los pobladores se destacan por las elaboradas piezas en piedras preciosas extraídas desde las mismas canteras por los artesanos. Otros, en cambio, de dedican a los hilados preparados en base a la lana de llama. Todos esperan el verano para incrementar sus ventas con la llegada de visitantes.


Un gran lago y mucho más
Injusto sería olvidar del mapa puntano a Potrero de los Funes, un paradisíaco valle rodeado por serranías que dejan al descubierto quebradas, arroyos y saltos. Ubicado a poco menos de 20 kilómetros de la ciudad de San Luis y cruzando la Quebrada de los Cóndores -un macizo de granito que fue dinamitado para que pasara el camino-, cuenta los lugareños que se puede “escuchar respirar a los árboles y mascullar al musgo”. La zona que debe su nombre a una familia de apellido Funes, pionera por estas tierras a comienzos del siglo XIX, es la gran apuesta de la provincia y en los últimos cinco años se desarrolló más que nunca con la construcción inclusive de un autódromo de nivel internacional.
Fue en 1860 cuando con la construcción del dique sobre el río Potrero que la región comenzó a tomar vuelo. Destruido por una creciente, reconstruido en 1876 y reemplazado en 1927 el embalse dio origen al lago artificial, de aguas cálidas y serenas, hoy punto numero uno de atracción. Rodeado por las sierras de San Luis y La Paz, en los alrededores del lago los puntanos desarrollaron una infraestructura que va desde balnearios, recreos, hosterías y cabañas, hasta un hotel internacional.
Es decir los viajeros pueden ajustar la visita a su bolsillo. Durante el día el lago en Potrero de los Funes es aprovechado para practicar deportes náuticos como el esquí acuático, el buceo y el windsurf, sin olvidarse de que es un centro de referencia para pescadores por sus carpas y pejerreyes. Para el momento del almuerzo o la cena los restaurantes ofrecen, con mesas al aire libre, los platos típicos de la región que van desde el chivo a las brasas hasta el asado con cuero o el locro. Ya por las noches, y en verano, las calles de la zona se pueblan de artesanos locales y de espectáculos artísticos. Como broche magnífico, y gracias a la protección de las sierras, el clima es agradable durante casi todo el año, frío en invierno y con nieve en los cerros, y templado intermedio en la temporada estival. Si uno anda con suerte podrá ver en las cumbres más altas a los cóndores sobrevolando con destreza los cielos.
Más allá, a la distancia e imponentes, hacia el oeste, se asoman los cordones montañosos de la precordillera de los Andes. Pero esa es otra historia.