miércoles, 21 de abril de 2010

Catamarca, la antigua


Antigua Catamarca


Desde construcciones arquitectónicas hasta pequeños cuencos de cerámica, cada pieza hallada sirve para armar el rompecabezas de la historia precolombina de la provincia. Además de la fuerte presencia de los Incas, habitaron la zona unas doce culturas que dejaron sus rastros en los más de 20 asentamientos descubiertos.


En la topografía de Catamarca conviven desde la cordillera de los Andes hasta los valles más hermosos. Por estas tierras de selvas frondosas, cadenas montañosas, salares, lagunas y cardones transitó el imperio incaico dejando sus huellas que aun perviven como historia viva. También llamado Capac Ñam, el Camino del Inca unió a lo largo de 16.000 kilómetros al imperio más extenso de la prehistoria, en un recorrido que iba desde la actual provincia de Mendoza hasta Ecuador, sobre la cordillera de los Andes.


Tanto en Catamarca, como en las zonas aledañas se encuentran diversas características de su identidad, conservadas en piezas de cerámica como platos, aríbalos, aribaloides y botellitas. Los rasgos de su arquitectura también están latentes en las paredes de doble muro, las aberturas trapezoides y las hornacinas.


Los rastros de lo que fueron los pueblos, construidos de piedra y barro, se encuentran en su gran mayoría entre las montañas. A 4 km. de la ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca está el Pueblo Perdido de la Quebrada, rodeado por el río El Tala, donde habitó la leyenda de la yakumana (Madre del Agua). Esta sirena de cabello largo y rubio hace 500 años infundió temor a los integrantes de la cultura La Aguada, dueños de un centro político y religioso integrado por 40 recintos de barro y piedra, donde funcionaban habitaciones, talleres y corrales.


La figura del jaguar y los personajes con atribuciones felinas fueron una referencia indiscutida de estos pobladores para identificar a los jefes regionales, plasmados en escenas de danza. Estas, junto a otras imágenes de serpientes bicéfalas y cabezas trofeo, se hallan en los parajes de La Tunita, La Candelaria, La Resbalosa, La Toma, El Cajón y El Algarrobal conforman una ruta sagrada.




Pueblos bravos


A 20 kilómetros del pueblo de Londres de la Nueva Inglaterra, cabecera del departamento de Belén, están las ruinas del Shinkal de Quimivil, un monumental asentamiento construido y habitado por los incas entre 1470 y 1536. Escondido en el centro de un bosque de álamos y quebrachos, al pie de las sierras de Quimivil, el trazado incluye una plaza central, alrededor de la cual se alzaban los edificios públicos y religiosos.


El Shinkal es una wamani (cabecera provincial) del Tawantinsuyo, el inmenso imperio incaico. Intersección entre distintos caminos, fue habitado por entre 600 y 1000 habitantes, siendo uno de los centros de redistribución de bienes más importantes.


Otras ruinas que evidencian la dominación de esta cultura son las de Fuerte Quemado en el Valle de Yokavil. Allí, sobre el margen del río Santa María, se levantan los restos de este asentamiento de más de 600 años de antigüedad, que tiene también la impronta de otros pobladores como los de Santa María, Belén y San José, y que se revela aún hoy en las artesanías típicas.


La zona, repleta de montañas y paisajes sorprendentes, esconde otros sitios arqueológicos como Las Mojarras, Pucará del Aconquija y Loma Rica de Shiquimil, que convierten al departamento de Santa María en la Capital Nacional de la Arqueología.



En la antesala del cielo


En Antofagasta de la Sierra, a más de 3.000 m de altura también hay rastros de los habitantes originarios. Rodeada de montañas, salares y dunas gigantescas, el Pucará de La Alumbrera, El Coypar y el Coyparcito representan verdaderos yacimientos arqueológicos, en los que se destaca la arquitectura con influencias incaicas y aleros con motivos de caza, baile y homenajes a la flora y la fauna local. A 20 km el camino asciende hasta los 4.200 m para llegar a Quebrada Seca, un gran cañón con formaciones rocosas y cuevas con petroglifos, cuya antigüedad se estima en unos 10.000 años.


Pues claro está, Catamarca ofrece mucho más que sus deslumbrantes postales naturales, que resultan de la mezcla única de desiertos, montañas, mesetas y valles. Su belleza se aprecia también en la cultura ancestral, que se brinda al visitante a través de la música, el artesanado y la gastronomía. Pero especialmente a través de sus múltiples sitios arqueológicos, que invitan a develar sus infinitos misterios.