viernes, 26 de febrero de 2010

Malargüe: Viaje al cosmos



Ya nos acostumbramos a convivir con científicos de todas partes del mundo. Vas al supermercado y te cruzas con un científico. Vas al videoclub y te cruzas con otros”, cuenta la directora de turismo de Malargüe, Fabiana González, al sur de Mendoza. La ciudad, reconocida como puntal del turismo científico en la Argentina, vivió un antes y un después de la década del 90 cuando dejó de ser un pueblo fantasma que vivía de los recuerdos de la minería, para ser una localidad asociada al conocimiento y divulgación de la astronomía.

La comprensión del universo y la naturaleza, y el aprovechamiento de las impactantes reservas naturales, incentivó el arribo de científicos del centro Pierre Auger, un experimento Internacional para el estudio de rayos cósmicos, que decidieron construir en Malargüe un Observatorio. “Estábamos en estado de crisis, cuando se instala el Observatorio se planifica todo un desarrollo en paralelo vinculado al turismo”, explica González.

Al poco tiempo algunos investigadores, junto al apoyo estatal, crean el primer Complejo Planetario de Sudamérica para la navegación virtual en pantalla de 360 grados, con imagen tridimensional y sonido digital. “La ciudad se convierte así en un escenario privilegiado para los científicos que llegan hasta aquí para observar el cielo”, cuenta la directora de turismo. Malargüe comenzaba así, en el 2003, a perfilarse como un polo de ciencia único en el país y que invita a los viajeros a descubrir los misterios del Universo.


Bajo un cielo de rayos cósmicos

Malargüe (del mapuche lugar de bardas rocosas o lugar de corrales), es la única localidad del departamento que lleva su mismo nombre y que es el más grande y austral de la provincia. La limpieza y claridad del cielo malargüino fue lo que sedujo a los más de 300 investigadores que forman parte del Observatorio internacional de Rayos Cósmicos Pierre Auger.

Hoy, tanto en sus instalaciones como en las del Observatorio mellizo ubicado en Estados Unidos, se miden las pequeñas partículas que cada segundo golpean en las capas exteriores de la Tierra en forma de energía. Una red de 1600 detectores y cuatro telescopios de espejo, forman parte de los 3 mil km2 de superficie que ocupa el proyecto Auger. Su maquinaria permite observar la luz tenue ultravioleta que producen las cascadas de rayos cósmicos al atravesar el aire.

El recorrido, que sin dudas atraerá a los más curiosos, posee una parada obligada en el Planetario situado a unas 20 cuadras del centro de la ciudad. El predio compuesto por cuatro edificios ordenados volumétricamente, es atravesado por peatonales que se encaminan por relojes solares y fuentes.

Claro que el gran atractivo es la enorme pirámide de paneles azules, donde está el Domo: esa cúpula semiesférica de aluminio micro perforado que permite al viajero observar, como pocas veces en la vida lo hará, ese gran misterio llamado cielo.

Tras la incorporación de este circuito ligado al turismo científico y paleontólogo, la ciudad creció de 600 a 1800 camas de hospedaje en 10 años. Todos emprendimientos de calidad”, cuenta González. Una apuesta que por sí sola habla de ingenio de los malargüinos, de su pensamiento a futuro y de fuerza para desarrollarse regionalmente. Todo, claro, engrandecido por el paisaje privilegiado de lagunas, montañas y volcanes que embellece a la zona.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Red Puna

Orgullo por la tierra propia















A casi 15 años de su formación es un ejemplo de asociativismo y lucha campesina en una de las regiones más bellas: la puna y quebrada jujeña. Implantar colectiva y democráticamente un modelo de desarrollo equitativo es una de las grandes metas.

Cuando en 1995 la red nació, el aire para los pobladores de la región de la puna y Quebrada de Humahuaca en Jujuy olía a incertidumbre y desazón. A la luz de aquella crisis económica y cultural en la que estaba sometida toda la zona y arrastrados por una actitud asociativa e inmaterial de compartir una identidad en común, daban sus primeros pasos bajo el nombre de Red Puna unas 33 organizaciones entre centros vecinales, comunidades aborígenes y cooperativas de productores y artesanos.

Orientados por el mismo sentimiento de arraigo a su tierra y por atravesar experiencias similares “los productores que conformamos esta asociación sumamos nuestras voluntades para mejorar la producción, encontrar canales de ventas y optimizar la calidad de los animales (llamas, ovejas y vacas)”, cuenta Jacinta Balvin, elaboradora de quesos de vaca, verduras, papas y frutas de la puna.

Hoy la realidad sigue siendo complicada con altos índices de mortalidad infantil y una desocupación que llega al 50 % de los trabajadores rurales, aunque el modo asociativo alienta, capacita y da fuerzas para afrontar el trabajo diario de campo. “El campesinado está subsistiendo, peleando para vivir en su lugar, porque, por cierto, aún no están solucionados los títulos de propiedad de tierra. Ante este avasallamiento histórico nos paramos con mucho orgullo porque nuestro territorio no es una mercancía”, explica Ariel Mendez, coordinador general de la Red Puna.

Arrancando el 2010 el campesinado que puebla la región se caracteriza por sostener su honda tradición indígena, y por ser productores agropecuarios de, por ejemplo, alimentos como la papa. Una buena parte de su producción la consumen domésticamente, para vender el resto en mercados locales y regionales.



La disciplina como método asociativo

Que más de 1300 familias encuentren una lógica de funcionamiento dentro de una red social no se concreta de un momento para otro. Fue por eso que después de años de trabajo que la dinámica interna de la Red comenzó a funcionar desglosándose en asambleas mensuales y anuales para discutir y accionar sobre nuevas propuestas. Y fue también con el tiempo que la asociación se dividió por áreas de trabajo, que van desde la producción, comercialización y comunicación, hasta una que se encarga de la formación de nuevos dirigentes.

“Instalar temas de debate no es poco. Es fundamental seguir hablando de una reforma agraria que vaya más allá de la explotación minera, también hay que discutir sobre seguridad alimentaria dentro de este contexto de modelo agroexportador donde no se calma el hambre, sino que se ensancha la brecha entre los que más tienen y los que menos. Nuestros alimentos deben llegar a la mesa de los argentinos siguiendo una producción sana y agroecológica”, explica Mendez.

Una sociedad más justa, donde por ejemplo los productores no sean beneficiarios de acciones solidarias sino más bien sujetos con derechos, es una de las metas más claras del camino trazado. “Nos caracterizamos por no solo ser un espacio de financiamiento sino más bien un proyecto político sin vencimientos que busca transformar la realidad”, sintetiza el coordinador general. La fuerza y la esperanza en el futuro está, como ellos apuntan en una de sus cartas abiertas, en sus propias manos, claves para el desarrollo de la región.