
El sueño del auto propio
Fanáticos a ultranza, los scalextric dependientes son una tribu dispuesta a entregarse por completo a su afición por los fierros. Maquetas cuidadas hasta el detalle, perfeccionismo de coleccionistas, y unas ganas inamovibles de vivir en una eterna infancia.
Sobre el piso quedó la idea de que los autitos son solo cosa de niños. Los planetas de la galaxia scalextric despejan toda duda en las distintas pistas que se esparcen por la ciudad de Buenos Aires y el interior del país. Allí los fanáticos del scalextric llegan al sumun mostrándose como una tribu de adultos jugando a cumplir el sueño de niños. Unas tres veces a la semana, Eddie Batolo de 43 años, se da una vuelta por las pistas del local Añe en el barrio de Palermo. Como casi todos los que andan por el lugar, creció en la época de oro del scalextric, allá a principios de la década del 70. “Todo lo que tiene que ver con autos a mi me gusta. Me enfermaron mis viejos, ya a los tres años había visto mi primer carrera”, dice Eddie, al mando hoy por hoy de una empresa que se encarga de importar cochecitos.
Chasis lookeados, herramientas de todo tipo, replicas de los coches verdaderos del Turismo Carretera y gomas para cada una de las pistas, son solo algunas de las puntas de este hobby que entretiene como si fueran niños a grandotes.
Una vez en marcha el juego, todo amaga a ser una simple inquietud amateur, inocente, pero de pronto cuando pasa el tiempo la cosa toma un color de profesionalismo inusitado. “Hace tres años atrás me agarró fuerte de nuevo, cuando le compré una pista a mi hijo. Ya a la primer noche terminamos jugando con un amigo como dos nenes mientras mi hijo miraba sin entender nada”, dice Juan Carlos Fiore empleado bancario de día y fanático del scalextric por las tardes-noches. “Es un juego de niños-grandes, y es un cable a tierra que me permite desenchufarme del trabajo”, agrega.
Y en las maquetas de las pistas todo parece real con boxes cuidados hasta detalle, camiones esperando cargar a los coches, auxiliares preparados para actuar en caso de problemas, tribunas repletas de personitas con sus banderas y árboles de todo tipo para resguardarse del sol. Todo envuelto en una réplica a escala 1.32 de la realidad.
Ya cuando la cosa deja de ser un simple pasatiempo y toma forma de competición, los participantes pueden elegir entre las distintas categorías que van desde los autos clásicos, el Gran Turismo, Rally, Rally 4 x 4 y Le Mans (con varias categorías según el año), solo por nombrar algunas.
En un campeonato largo cada carrera termina entregando un trofeo al ganador y uno aún mayor al campeón, como en la vida misma. Y, por supuesto, que la tecnología ya le ha dado el sí al scalextric hace rato con la digitalización de las pistas que permite, por ejemplo, que los autos se queden sin nafta virtual si su conductor no fue prudente y no recargó el tanque en boxes.
Y en las internas están los que andan en las categorías de coches con imán y los más avanzados que se la juegan en las categorías con autos sin imán, imposibles de dominar en las curvas por un inexperto.
Pero volvamos a los conductores. Diego de 19 años es quizás uno de los más nuevos en la competición más dura. Un día pasó por una pista y le llamó la atención que hubiera gente grande corriendo en autos chicos. Alquiló coches el primero, el segundo, el tercer día. Al cuarto saltó a la pista con su autito propio. Ahora, dos años después, tiene 40 autos, y va casi todos los días a probar suerte, y si las cosas le funcionan bien en unos meses piensa disputar una competencia internacional de scalextric en Brasil.
“Una vez que entras no hay vuelta atrás, es como un camino de ida. A mí me gusta ir a probar mis coches los domingos a la mañana bien temprano cuando no hay nadie, y mi familia a veces no me entiende.” Asegura Diego. Como para cerrar la noche, cada vez que va a la pista de Añe, se va a comer a un restó con sus amigos tuercas.
Cosa de hombres
Hay tácticas que son difíciles de afrontar en el scalextric y que solo un coleccionista de autos puede conocer. Entonces ¿cómo esconder el nuevo coche comprado de alguna esposa? Algunas cajas, un sobretodo con bolsillo interno, y ciertas artimañas más para esconder la jugada sirven de Caballo de Troya para despistar a las doñas. Y vale decirlo, pero ni a 50 metros a la redonda se ve una mujer en las competencias. ¿Será por aquello de que los nenes con los autitos y las nenas con las muñecas?
“La mejor actitud que pueden tener algunas esposas es de soportarnos dignamente, de ahí hasta la hostilidad se dan todos los casos” dice el bioquímico Horacio Peredo, investigador del Conicet y fana declarado del automodelismo. Con 56 años lleva más de 40 coleccionando coches de todo tipo y las vitrinas de su casa sostienen a más de 1700 autos. ¿Qué otra opción le queda a su pobre mujer? “En mi casa abrís un cajón y sacas un auto”, dice.
Pero este mundo de fantasías tiene sus propios valores que a un buen coleccionista lo percatan pero para nada lo asustan: los autos van de los 80 a los 200 pesos. “Yo no me imagino la vida sin coches. Yo no escribía y ya hacía dibujos de escapes”, dice Juan Carlos Fiore que en su casa cuenta con una colección de más 200 coches. “Yo cuando era chico me imaginaba corriendo en autos que ahora piloteo de grande”, agrega.
Y la cuestión es que los padres se enganchan más que sus propios hijos. Pero eso sí, las nuevas generaciones vienen con ganas de superar a sus antecesoras. “Debe ser por los juegos de las computadores, pero los chicos aprenden a jugar mucho más rápido que nosotros”, dice Eddie Batolo, padre de dos niñas.
Y los coches se dividen entre aquellos de fabricación americana, más preocupados en la velocidad que en la estética, y los europeos con un look más elegante y un andar refinado. Y los fanas eligen entonces entre sus bólidos favoritos, y ahí comienza la carrera hacia el coleccionismo. “Mis autos más caros nunca pisaron la pista porque son como una pequeña inversión, se quedan en alguna de las vitrinas de casa”, dice Eddie.
Pasión sin frenos
Los rituales se repiten antes de cada carrera: llegan uno tras otros los competidores con sus cajas de herramientas en mano, y luego comienza la preparación del coche poniéndolo a punto antes de la largada. Recién después sí, arriba de la tarima, uno al lado del otro, todos juntos aprisionando el pulsador a cara de perro, frenando en las curvas cerradas y reventando el acelerador en las rectas largas, llegando a 30 kilómetros, que en escala equivale a 300 kilómetros.
“Cuando estas corriendo se te paran todos los pelos porque estas jugando al límite, porque en definitiva es una competencia”, dice Eddie. Una vez terminada la carrera vuelven los chistes, las risas, y la cosa sigue en los foros que por Internet debaten sobre las últimas carreras y la performance de algunos de los corredores.
Pero los coleccionistas no se quedan solo con correr y por eso arman en sus garajes, o porque no en el living de su casas, los pequeños tallercitos para darle forma a la afición. Y algunos solo compran los chasis, otros los motores, y desde cero arrancan con el armado de lo que será su próximo auto, que en la jerga del automodelismo se conoce con el nombre de “scratch building”. Horacio Peredo es uno de los más conocidos por sus locuras fierreras, la más recordada fue la creación de un Peugeot 504 reproducido a escala y de manera artesanal.
100 % involucrados en su hobby, los scalextric dependientes dejan sus horas en las pistas, desenchufándose al compás de los motorcitos, recreando la vieja tradición de los amigos en los clubes. Y el niño que llevamos adentro más feliz que nunca.
Fanáticos a ultranza, los scalextric dependientes son una tribu dispuesta a entregarse por completo a su afición por los fierros. Maquetas cuidadas hasta el detalle, perfeccionismo de coleccionistas, y unas ganas inamovibles de vivir en una eterna infancia.
Sobre el piso quedó la idea de que los autitos son solo cosa de niños. Los planetas de la galaxia scalextric despejan toda duda en las distintas pistas que se esparcen por la ciudad de Buenos Aires y el interior del país. Allí los fanáticos del scalextric llegan al sumun mostrándose como una tribu de adultos jugando a cumplir el sueño de niños. Unas tres veces a la semana, Eddie Batolo de 43 años, se da una vuelta por las pistas del local Añe en el barrio de Palermo. Como casi todos los que andan por el lugar, creció en la época de oro del scalextric, allá a principios de la década del 70. “Todo lo que tiene que ver con autos a mi me gusta. Me enfermaron mis viejos, ya a los tres años había visto mi primer carrera”, dice Eddie, al mando hoy por hoy de una empresa que se encarga de importar cochecitos.
Chasis lookeados, herramientas de todo tipo, replicas de los coches verdaderos del Turismo Carretera y gomas para cada una de las pistas, son solo algunas de las puntas de este hobby que entretiene como si fueran niños a grandotes.
Una vez en marcha el juego, todo amaga a ser una simple inquietud amateur, inocente, pero de pronto cuando pasa el tiempo la cosa toma un color de profesionalismo inusitado. “Hace tres años atrás me agarró fuerte de nuevo, cuando le compré una pista a mi hijo. Ya a la primer noche terminamos jugando con un amigo como dos nenes mientras mi hijo miraba sin entender nada”, dice Juan Carlos Fiore empleado bancario de día y fanático del scalextric por las tardes-noches. “Es un juego de niños-grandes, y es un cable a tierra que me permite desenchufarme del trabajo”, agrega.
Y en las maquetas de las pistas todo parece real con boxes cuidados hasta detalle, camiones esperando cargar a los coches, auxiliares preparados para actuar en caso de problemas, tribunas repletas de personitas con sus banderas y árboles de todo tipo para resguardarse del sol. Todo envuelto en una réplica a escala 1.32 de la realidad.
Ya cuando la cosa deja de ser un simple pasatiempo y toma forma de competición, los participantes pueden elegir entre las distintas categorías que van desde los autos clásicos, el Gran Turismo, Rally, Rally 4 x 4 y Le Mans (con varias categorías según el año), solo por nombrar algunas.
En un campeonato largo cada carrera termina entregando un trofeo al ganador y uno aún mayor al campeón, como en la vida misma. Y, por supuesto, que la tecnología ya le ha dado el sí al scalextric hace rato con la digitalización de las pistas que permite, por ejemplo, que los autos se queden sin nafta virtual si su conductor no fue prudente y no recargó el tanque en boxes.
Y en las internas están los que andan en las categorías de coches con imán y los más avanzados que se la juegan en las categorías con autos sin imán, imposibles de dominar en las curvas por un inexperto.
Pero volvamos a los conductores. Diego de 19 años es quizás uno de los más nuevos en la competición más dura. Un día pasó por una pista y le llamó la atención que hubiera gente grande corriendo en autos chicos. Alquiló coches el primero, el segundo, el tercer día. Al cuarto saltó a la pista con su autito propio. Ahora, dos años después, tiene 40 autos, y va casi todos los días a probar suerte, y si las cosas le funcionan bien en unos meses piensa disputar una competencia internacional de scalextric en Brasil.
“Una vez que entras no hay vuelta atrás, es como un camino de ida. A mí me gusta ir a probar mis coches los domingos a la mañana bien temprano cuando no hay nadie, y mi familia a veces no me entiende.” Asegura Diego. Como para cerrar la noche, cada vez que va a la pista de Añe, se va a comer a un restó con sus amigos tuercas.
Cosa de hombres
Hay tácticas que son difíciles de afrontar en el scalextric y que solo un coleccionista de autos puede conocer. Entonces ¿cómo esconder el nuevo coche comprado de alguna esposa? Algunas cajas, un sobretodo con bolsillo interno, y ciertas artimañas más para esconder la jugada sirven de Caballo de Troya para despistar a las doñas. Y vale decirlo, pero ni a 50 metros a la redonda se ve una mujer en las competencias. ¿Será por aquello de que los nenes con los autitos y las nenas con las muñecas?
“La mejor actitud que pueden tener algunas esposas es de soportarnos dignamente, de ahí hasta la hostilidad se dan todos los casos” dice el bioquímico Horacio Peredo, investigador del Conicet y fana declarado del automodelismo. Con 56 años lleva más de 40 coleccionando coches de todo tipo y las vitrinas de su casa sostienen a más de 1700 autos. ¿Qué otra opción le queda a su pobre mujer? “En mi casa abrís un cajón y sacas un auto”, dice.
Pero este mundo de fantasías tiene sus propios valores que a un buen coleccionista lo percatan pero para nada lo asustan: los autos van de los 80 a los 200 pesos. “Yo no me imagino la vida sin coches. Yo no escribía y ya hacía dibujos de escapes”, dice Juan Carlos Fiore que en su casa cuenta con una colección de más 200 coches. “Yo cuando era chico me imaginaba corriendo en autos que ahora piloteo de grande”, agrega.
Y la cuestión es que los padres se enganchan más que sus propios hijos. Pero eso sí, las nuevas generaciones vienen con ganas de superar a sus antecesoras. “Debe ser por los juegos de las computadores, pero los chicos aprenden a jugar mucho más rápido que nosotros”, dice Eddie Batolo, padre de dos niñas.
Y los coches se dividen entre aquellos de fabricación americana, más preocupados en la velocidad que en la estética, y los europeos con un look más elegante y un andar refinado. Y los fanas eligen entonces entre sus bólidos favoritos, y ahí comienza la carrera hacia el coleccionismo. “Mis autos más caros nunca pisaron la pista porque son como una pequeña inversión, se quedan en alguna de las vitrinas de casa”, dice Eddie.
Pasión sin frenos
Los rituales se repiten antes de cada carrera: llegan uno tras otros los competidores con sus cajas de herramientas en mano, y luego comienza la preparación del coche poniéndolo a punto antes de la largada. Recién después sí, arriba de la tarima, uno al lado del otro, todos juntos aprisionando el pulsador a cara de perro, frenando en las curvas cerradas y reventando el acelerador en las rectas largas, llegando a 30 kilómetros, que en escala equivale a 300 kilómetros.
“Cuando estas corriendo se te paran todos los pelos porque estas jugando al límite, porque en definitiva es una competencia”, dice Eddie. Una vez terminada la carrera vuelven los chistes, las risas, y la cosa sigue en los foros que por Internet debaten sobre las últimas carreras y la performance de algunos de los corredores.
Pero los coleccionistas no se quedan solo con correr y por eso arman en sus garajes, o porque no en el living de su casas, los pequeños tallercitos para darle forma a la afición. Y algunos solo compran los chasis, otros los motores, y desde cero arrancan con el armado de lo que será su próximo auto, que en la jerga del automodelismo se conoce con el nombre de “scratch building”. Horacio Peredo es uno de los más conocidos por sus locuras fierreras, la más recordada fue la creación de un Peugeot 504 reproducido a escala y de manera artesanal.
100 % involucrados en su hobby, los scalextric dependientes dejan sus horas en las pistas, desenchufándose al compás de los motorcitos, recreando la vieja tradición de los amigos en los clubes. Y el niño que llevamos adentro más feliz que nunca.
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