sábado, 9 de junio de 2007

Gauchos en el asfalto

PUBLICADA EN LA REVISTA VIVA DE CLARIN.

Gauchetos

Son jóvenes, en su mayoría del interior, que viven en Buenos Aires y se reúnen en peñas – pubs. Moda pasajera o un resurgimiento de los valores camperos. Tradición y post modernidad de la mano del folklore.

Cuando nadie lo imaginaba una bombacha se asomó en pleno Palermo Soho. Y después unas boinas, unas alpargatas con suela de goma, y alguna que otra “chata” con vidrios polarizados. La peña de Los Cardones abre a las 9 de la noche y cierra cuando el último de los trasnochadores se cansa de guitarrear. Adentro un joven inglés dice no poder creer lo que está viendo, a su lado un salteño grita aguante “Los Chalchaleros” y otro veinteañero, mercedino, en una mesa contigua canta junto a los amigos, guitarra en mano, una de Guaraní.
Así son las peñas porteñas para los jóvenes: una jungla que agrupa hijos de estancieros del interior, estudiantes, porteños y extranjeros, inmiscuidos en una post modernidad que se entiende sin complicaciones con la tradición del campo de las guitarreadas. Así, también, son los gauchetos.
La peña de Los Cardones, La del Colorado y la de Los Chillados Biaus son los espacios donde esta tribu -compuesta en general por jóvenes llegados del interior- encuentra su lugar de encuentro.
Pero todo tiene un principio y se remonta a mediados de los 90 cuando un necochense llamado Esteban López decidió abrir la madre de este tipo de “peñas chetas” en Capital Federal. “El colo”, como le dicen, es pequeño de estatura, delgado y habla canchero. En su peña está al tanto de todo. Corre de un lado hacia al otro. Se hace tiempo para presentar a los músicos, baja del escenario y va, casi en el aire, por cada una de las mesas abrazando y charlando con todos los comensales.
“En los primeros años me mudé más de tres veces. De repente empezó a llenarse de estudiantes del interior que venían a guitarrear después de la medianoche”, cuenta. Entonces se paseo con su peña por buena parte del barrio de Palermo hasta que un día se instaló en pleno corazón, en un local que pudiera albergarlos a todos. Fue reducto de los gauchetos, aunque hoy ya no.
“Hoy mi peña es más gauchippie”, dice. Ahora en su peña también hay lugar para escuchar a la música popular en general, incluyendo al rock. Entonces el gaucheto migró hacia otras donde la esencia tradicional del campo fuera la única y reinante en el ambiente.
“Yo sé que en la escena tradicional del folklore hay mucho enojo con que se haya enchufado alguna vez una guitarra. Pero si seguimos así dentro de 50 años no va a ver ningún joven escuchando folklore”, explica. Recuerda, del mismo modo, que muchos de los jóvenes que pasaban noches enteras en su peña ahora crearon las suyas.
El circuito de estas peñas, más parecidas a un espacio libre de guitarreadas, tiene su epicentro en el barrio porteño de Palermo y los jueves encuentra su esplendor cuando estudiantes –que en su mayoría estudia para ingeniero agrónomo o técnico agropecuario- hace rebalsar las instalaciones.

Los chicos solo quieren folklore
Maxi Aragón es un salteño que viste prolijo. Usa la camiseta de la selección Argentina de Polo bien metida adentro del jean. Como está mascando unas hojas de coca tiene que cerrar la boca seguido para tragar el jugo. “No puedo estar sin coquear”, dice. Acompaña su facha con un cuentaganados de alpaca devenido en llavero, que empieza y termina en dos de los bolsillos del jean. Junto a su hermana crearon Los Cardones, la peña fashion por excelencia, y en la que, por fin de semana, concurren más de 500 personas.
“Acá no vas a encontrar una pelea. Es como una gran familia, todos nos conocemos con todos y eso es lo bueno”, dice este salteño de 27 años.
María Belén Aragón es más veloz en el andar que su hermano. Está con cada uno de los comensales porque, asegura, de eso se trata una peña. La ambientación del lugar comparte cuadros con imágenes de paisajes Salteños con mesadas al estilo pub moderno, bien Palermo Soho. Los gauchetos rotan de peña en peña hasta que encuentran una. Cuando se populariza o se mezclan otros estilos musicales, le dicen chau y migran hacia otra.
Todas estas peñas con sus retoques modernos mantienen una presencia activa del campo, a través de la ambientación: la de Los Chillados Biaus, por ejemplo, está decorada con cuadros en los que se ven carneadas, grandes asados y caballos trotando libres sobre el campo. También hay cencerros, frenos y otros “fierros” que el mismo Juan Chillado Biaus, dueño de la peña, trajo de su campo de Carmen de Areco. “Armé la peña porque fue una de las formas que yo encontré para estar ligado a lo que yo viví en el campo. Acá te encontrás con gente del campo”, explica Chillado Biaus. Así al lado de su barra un gran grupo de amigos discute sobre la soja y la necesidad de una lluvia urgente que le de respiro al campo. Las chicas en tanto, más discretas, hablan sobre las materias de la facultad.

Gauchos sobre el asfalto
Juan Chillado Biaus está casado con María Fe Güiraldes -sobrina nieta del escritor Ricardo Güiraldes, el mismo de Don Segundo Sombra- es dueño de un campo, con tambo, en las afueras de Carmen de Areco. Los fines de semana los pasa en familia en su campo, y por la semana vive junto a sus tres hijos en Capital Federal, en el cruce de las avenidas Córdoba y Puerreydon en una planta baja, con jardín y parrilla, que no descansa ni un segundo del ruido urbano de los colectivos y autos.
“En la época de la Rural hacíamos guitarreadas en casa pero nos empezó a quedar chica. Entonces alquilé un lugar cerca de la Rural por 6 meses pero, de repente, nos empezó a ir mejor y mejor y ahora ya hace 5 años que estamos acá”, cuenta este descendiente de Irlandeses. En el 2001 abrió La Casa de Los Chillado Biaus, también en pleno Palermo Soho. Los jueves, cuando la peña rebalsa de jóvenes con boinas, bombachas y alpargatas, es el único que supera los 40 años.
Rodolfo, un veinteañero camina pausado con su bombacha. Usa alpargatas, un cinto de cuero crudo, una camisa Legacy y un pañuelo con una hebilla que muestra el andar de un caballo de polo. Como es una noche calurosa lleva la boina en uno de los bolsillos. “Me gusta la peña de Los Chillado porque hay folklore verdadero, tradicional. Yo crecí con las guitarreadas de mi viejo y haber encontrado un lugar así en Buenos Aires es como estar allá con ellos”. Estudia para Ingeniero Agrónomo y no le da vergüenza si se burlan de sus “pilchas gauchas”. “En la facultad de Agronomía somos muchos los que nos vestimos onda campo”, dice.
Este jueves de verano, cuando terminen de tocar Los Colorados -vestidos con trajes norteños casi igual a los Chalchaleros- subirán al escenario de su propia peña Los Hermanos Chillado Biuas. Respetados en el ambiente por mantener la tradición musical de (sí, otra vez) Los Chalchaleros. Es que “Los Chalchas” son para los gauchetos, lo que Rolling Stones para los rockeros.

Radiografía de un gaucho cool
Encontrarse con un gaucheto significa toparse con una boina, un cuentagandos, un cinto de cuero, una bombacha pinzada, una camisa y un acento necesariamente del interior. Aunque hay excepciones.
“Creo que nací en el lugar equivocado, porque al campo lo llevo en el alma. En mi casa el único que escucha folklore soy yo, es más, tengo tres hermanas que en su vida deben haber escuchado folklore”, explica Sebastián Vardé, un verdadero gaucho chic del barrio de Belgrano que cuando habla de su novia le dice “la china”. A sus 35 años se dedica a la gastronomía organizando asados en countries como el Santa Bárbara y San Diego. “No siempre estoy tematizado de campo”, dice. “Por la calle la gente me mira porque ando con boina. Pero el porteño se está acostumbrado a vernos por la movida de la Rural”, dice Sebastián.
Con una bombacha, alpargatas, boina, cinto de carpincho y camisa prendida hasta el último botón, no para de recibir mensajes en un celular último modelo, que deslumbra con sus luces coloridas. Entre sus gustos, además de la pesca deportiva con mosca, todos los fines de semana se reúne con unos amigos a comer asados en su casa del Bajo Belgrano. “También me gusta la música electrónica, puedo ir a Pachá a bailar o a una rave. Pero no voy vestido “onda campo” porque no duro un minuto”, explica.

Cosas Nuestras
El boom del campo y su influencia en le vestir cotidiano tiene algunas razones: un marcado mayor ingreso para el sector rural en general y un incentivo, bien fuerte en estos último años, al turismo rural y autóctono. Están también los restaurants temáticos -bien de campo con comidas regionales- y el turismo de estancias donde el turista va a ver de cerca como un peón de campo ordeña una vaca.
“Es que el peón de campo es una persona sabia, me genera admiración su trabajo. El olor a pasto, los caballos, todo lo que tiene que ver con el campo me sensibiliza”, cuenta Cristina, estudiante de administración de empresas e hija de dueños de campo.
La combinación este menú de factores han tenido que ver en este resurgir de lo gauchesco. Carlitos -Charly-, es un rubio inglés, profesor de golf, que desde hace un año vive en Buenos aires y que, sin embargo, no duda en decir que el campo es lo que más le gusta del país. Explica en un trabucado castellano: “son muy extrañas para mí las peñas. Me gustan porque es un buen ambiente, hay gente cantando y es divertido. Los Ingleses cantamos y gritamos en los pubs pero acá es diferente”. Él es el centro de las miradas dentro un grupo de correntinos que enboinados gritan unos sapucais en plena calle Uriarte a cuadras de la plaza Serrano.
También la recreación del espacio de campo está presente en deportes como el rugby y el polo, practicados por una buena parte de los estos gauchos modernos. Por eso no asombra encontrar a jóvenes vestidos con bombachas y camisetas de Los Pumas o La Dolfina.
“Tito” Bassani Molinas, un médico cardiólogo de 30 años, hace ya siete años que vive en Capital. En su Santa Fé natal jugó al rugby duramte más de 10 años el puesto de apertura. La primera vez que pisó una peña lo hizo en Buenos Aires porque en su ciudad prefería ir a bailar a los boliches. Instalado en Capital navega los fines de semana en San Isidro.
“Acá hay una relación de amistad que no se logra en un boliche. Acá te escuchan y escuchás a la gente. Mis compañeros en el hospital me cargan y me dicen ¿cómo vas a ir a una peña? Se piensan que es un lugar para viejos”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Necesito que me ayude con una duda: ¿cuál es el otro nombre que se usa para denominar a las bombachas pinzadas? Gracias