sábado, 9 de junio de 2007

Mariapolis: La Aldea

PUBLICADA EN LA REVISTA VIVA DE CLARIN


La aldea

Viven en medio de la pampa húmeda en completa comunión. Lo tuyo es mío, lo mío es tuyo. En medio del siglo XXI profesan la castidad a ultranza, junto a una vida entera entregada a Dios y al movimiento de Los Focolores. Pero... los mariapolistas ¿son o se hacen?


"Uno, dos, tres: ¡Gracias! Uno, dos, tres: ¡Gracias! Uno, dos, tres: ¡Gracias!" Así y una diez veces más le gritan con ganas unos 30 pibes a un focolarino que está partiendo en auto junto a su madre. Algunas lágrimas y una sensación de vacío. Después todos abrazados van al camino de salida y le cantan el himno de la Mariápolis. "Es triste cuando alguien se va. Es probable que nunca más se vuelvan a ver", dice Giuliano un italiano del norte de unos 40 años que lleva más de 5 en la Mariápolis. Él arregla todo lo que se rompe, su fisonomía cuadrada y de espalda tirando a dura, le debe venir bien.
Pisar la Mariápolis (la ciudad de María) es encontrarse con una sociedad diferente, una cultura distinta y unos 250 habitantes de 17 países que viven a contramano del mundo post moderno. Acá reinan las sonrisas, las canciones de alabanza, el respeto a los horarios, y la entrega total a Dios y al movimiento. Las Mariápolis son las ciudades que el movimiento Focolares –hogares cálidos en italiano-, construyó en todo el mundo para que los focolarinos encuentren sentido práctico a su ideal de vida en comunión, sin distinción de culturas, y en pleno amor mutuo unos con otros. Esta Mariápolis de O’ Higgins, a 30 kilómetros de Junín, provincia de Buenos Aires, ofrece verde por donde se la mire, y construcciones que se remontan a principio de siglo, cuando vivían los monjes Capuchinos. Por las callecitas del lugar, nadie anda con cara larga, ni tampoco se ve a dos focolarinos discutiendo en público: el respeto y la hospitalidad con los visitantes se hace realidad hasta el detalle, es que más allá de todo, los huéspedes son la base del ingreso económico de la ciudadela. Pese a no ser del todo conocido por los no católicos, Los Focolores no es movimiento nuevo, es más, ya tiene más de nació 50 años de vida. Surgido en Italia, de la mano de un grupo de jóvenes comandadas por una mujer llamada Chiara Lubich, hoy son una pata sólida dentro de la Iglesia Católica, principalmente por su incidencia en los jóvenes católicos. "Cuando era adolescente Dios era una cosa lejana. Pero cuando crecí pasó a ser parte de mi opción más profunda, la motivación de lo que hago. Por ejemplo, la muerte era para mí como un auto de formula 1 que se estrellaba y ahí nomás se terminaba todo. Ahora es una confianza en la vida eterna, sé que toda nuestra vida es una preparación para la eternidad", dice Adir Bedutti, un brasilero buenazo de 50 años que trabaja en la administración de la ciudadela. Él, como buena parte de los tutores, ya pasó por otras Mariápolis ubicadas en distintas partes del mundo. Giulano, Adir y Adrián, un salteño que trabaja como recepcionista, viven juntos en uno de las casas, con parrilla en el patio, tres habitaciones, un horno microonda, una video cassetera y un reproductor de DVD. Ellos como todos los focolarinos adultos se encargan de recibir a los huéspedes, en su mayoría son católicos que ya conocen al movimiento por medio de algún familiar o amigo.

Más buenos que el pan
Es domingo por la mañana y otra vez todos a misa. Las ventanas y puertas abiertas de la iglesia dan una vista, bien próxima a una postal, de los campos sembrados de soja que abrazan a la Mariapolis. Por dentro, los fieles cantan suave pero parejos, guiados por un grupo de 5 sentados a un costado del Obispo emérito, Lucas Donnelli, encargado de dar la misa. "Ese Dios, es mi Dios, nuestro Dios de amor infinito". Y están todos, no falta nadie. Por la tarde algunos chicos vuelven a sus casas para seguir limpiando o directamente ponerse a jugar juegos donde pierde el que dice una mala palabra. Entonces las cosas aquí dentro se deforman y todo amaga a ser como afuera, aunque nunca lo termina siendo. Es cierto, hay maternidad y paternidad, pero espiritual. También es cierto, por las noches hay fogones, pero sin fuego. Y hay guitarreadas, pero no suenan los temas de la radio, suenan canciones de amor hacia Jesús. Y hay un patio de ventas donde ofrecen sus mermeladas, helados y artesanías, pero ellos lo llaman Exposición, y hay un cementerio rodeado de pura soja, en donde descansan los focolarinos que ya no están. Y cada tumba tiene su foto. Y existe la castidad pero no hay sacerdotes, ni monjas, sino focolarinos. "La castidad es nuestra parte íntima. Nuestra castidad nos la bancamos solos, pero nosotros lo charlamos, el aislamiento y la individualidad es imposible en un tema como este", dice María Rosa, la contadora de la Mariápolis. "Pero ¿sabes qué? -retruca Aurora, una delgada morocha mendocina de pelo enrulado- el placer no solo pasa por el sexo, lo puedo asegurar. La sociedad actual te vende que la única manera de placer es el sexual, y que el placer se encuentra en uno solo. Pero cuando vos te donás a Dios, en un montón de aspectos, este placer perdura más en el tiempo, y me llena de satisfacciones. Yo estoy llamada a otras cosas". Avisan: Roswitha es sensible. Roswitha vivió un cambio punzante después de su conversión que la llevó de lleno al arte, a la danza y a encontrar talentos dentro de la Ciudadela. "Es muy fuerte vivir acá, yo vengo de un país como Suiza que tiene todo, y llegar a un país tan necesitado como este fue un golpe. A veces no tenía para comer, pero descubrí valores que van más allá de la plata", dice. Ella como buena parte de los que están acá sintieron un llamado que les quebró la vida en dos: Roswitha dejó a su único novio casi en el altar para donar su vida por completo a Dios. Hoy a los 39 está congregada como buena parte de los habitantes de la ciudadela. De todas maneras los congregados son una parte fuerte de los Focolares, pero también están las familias de focolarinos, como la que tienen formada Jorge y Jorgelina padres de tres hijos nacidos y criados en la Mariápolis. "Vinimos a vivir acá porque sentíamos que Dios quería que este fuera nuestro proyecto de familia. Dios nos indicó el camino", dice Jorge un arquitecto rosarino que construyó algunas de las casas de la ciudadela. "Todas las construcciones reflejan nuestra manera de pensar: el respeto por la otra vivienda, las visuales que tienen, los frentes, los fondos, lo público y lo privado. Todo respeta los valores de solidaridad y fraternidad", dice.

La Generación Nueva
Ande por donde se ande va a aparecer algún joven. Y puede que sea argentino, pero puede que sea italiano, brasilero o alemán. Y puede, casi seguro, que haya venido seducido por algún familiar o amigo focolarino. Y así los jóvenes de un promedio de 20 años son, sin dudas, el sostén de toda la Mariápolis, desde lo económico hasta lo ideológico. "Los jóvenes GEN (Generación Nueva en el diccionario de Los Focolares) son mis amigos, con ellos tengo una amistad profunda porque se puede confiar con solo mirarmos a los ojos", dice Johannes Pfeiffer, un alemán de 20 años de pelo rubio largo, inflado. A él le encanta la música, pero no escucha Ramsteim ni Die Toten Hosen como lo hacen sus amigos alemanes no focolarinos. "¿Para que escuchar canciones con letras que no aporten nada? Puedo dar la luz que Dios me regaló. A mí gusta que la gente que tiene la luz de Dios también me dé su luz. Dios en mí, Dios en él construye este ambiente", dice en un rengo castellano. Pero eso sí, los nenes con los nenes y las nenas con las nenas divididos en casas –los focolares- que ellos mismos administran y limpian. Toda esta nueva generación de focolarinos en constante renovación pasan como mínimo un año en la ciudadela formándose, sintiendo el evangelio en la piel. Y palabras más, palabras menos, el discurso dentro de la Mariápolis suena unificado de pies a cabeza. Los más chicos dirán que la experiencia de estar en la Mariápolis es lo único que les importa, y que su vida será otra cuando regresen a casa. Entonces acá dentro nada de ponerse de novios, nada de sexo, nada de escuchar música que contenga letras sin contenido, y obvio nada de alcohol y nada de drogas. "Hay chicas muy lindas, pero no vine a ponerme de novio. Tengo toda la vida para eso. Yo vine a estar cerca de Dios", dice un chico de Colombia. "En la ciudad todo te invita al ruido, los boliches, la televisión, nadie escucha a nadie. Estar acá me da una plenitud y una felicidad que perdura en el tiempo. El mundo unido es posible, basta con mirarnos a los ojos", dice Julio un nicaragüense de pelo bien corto. Entonces los jóvenes se encargan del trabajo cotidiano y a cambio reciben un sueldo simbólico. Y así funciona la economía de la Ciudadela que se sostiene gracias a los Congresos Católicos que se realizan, a los retiros espirituales, y a la venta de lo que ellos mismos producen, sean las mermeladas, los bombones, los helados, las artesanías o la ropa que fabrican. Exentos de ingresos brutos por ser una Sociedad sin fines de lucro, las donaciones de empresas o personas cercanas al movimiento hacen de su aporte una piedra fundamental. Y todo gracias a Dios. "Hace 30 años no teníamos balanzas y le pedimos una balanza a Jesús y a la tarde vino una mujer de Cañada de Gómez y nos trajo una. Y dijimos Jesús nos escucha, y empezamos a pedirle", dice Micaela una italiana de 76 años que hace más 30 está en el lugar. Después le pidieron a Jesús una casa y vino un día un constructor y les construyó una. "Nosotros tenemos pruebas de lo que lo que se le pide a Jesús se cumple, todos los días recibimos lo que pedimos", dice la mujer. La tardecita del domingo encuentra a los focolarinos un poco cansados después de atender a las más de 100 personas que pasearon por la ciudadela. Algunos llaman a sus familias, otros prefieren matear esquivando los mosquitos. "¿Qué es un pueblo? ¿Una estancia?", pregunta un desprevenido en una de las puertas de ingreso: "No. Esta es la Mariápolis. ¿Nunca oyó hablar de nosotros?", dice el portero. "Siéntese que le cuento bien".

1 comentario:

faby dijo...

en verdad esto de la mariapolis me llama mucho la atencion pues es alentador encontrar personas que todavia pueden luchar y transmitir por medio de su vida la unica verdad que ha prevalecido a travez del tiempo.
es tan agradable saber que existe una sociedad que no este basada en razas, regionalismos, o poderes de capitales.
sigan adelante no se rindan y luchemos juntos por este ideal yo en casa y ustedes alli en la mariapolis. que dios los bendiga