sábado, 23 de junio de 2007

El lado Oscuro

El lado oscuro
Publicado en la revista Viva, junio de 2007

Con más de 20 años de existencia, los góticos son una tribu repleta de fetiches, con una esencia romántica y una interminable adoración a lo negro. Estética oscura y un mundo de mitos atrás del maquillaje blanco.

Para llegar a la fiesta gótica de Los Eternos hay que rastrearla por el microcentro y recién después animarse a perforar un pasillo con unas pocas luces azules a los costados. Una vez adentro, desde los que están en la bolearía hasta los barman de la barra visten de un completo negro matizado con cuero y unos peinados que intercalan rapados con mechones de colores. Sobre la pista suena una marcha con guitarras eléctricas bien pesadas, cantadas entre inglés y alemán, y que dentro del ambiente gótico se conoce como el estilo Gothic indutrial. Al lado de la cabina del DJ, en su mundo, tres chicas se matan a puros roces de lesbianismo.
Y en este caso el negro brilla en la noche porteña de la mano de jóvenes góticos que no solamente lo asocian al luto y a la muerte, si no a la belleza, que dicen, les aporta la oscuridad, lo oculto, el vampirismo, la sangre y personajes como Drácula.
Las fiestas son uno de los puntos de encuentro de todo el movimiento. Por algunas de estas suele aparecerse Billy, un treintiañero de Bernal que no usa su nombre original como casi todos los que están dentro de esta tribu. Para su vida cotidiana elige un sobretodo negro de cuero de 1500 pesos que también exhibe orgulloso en su trabajo: un call center del microcentro. Ya cuando se pone a hablar, habla de hindúes, del pensamiento Zen, de la importancia de Egipto, y de que muchos de los chicos que están dentro del ambiente no saben ni siquiera lo que es ser gótico. “Yo no soy así por casualidad. Los que estamos verdaderamente dentro del ambiente gótico somos bohemios y sensibles. Y son nuestros miedos los que nos hacen más recluidos”. Pues él, también amante de los templarios y los samuráis, manifiesta su misticismo religioso yendo todos los días a la Iglesia San Ignacio del Loyola.
Como líder de la banda Crysalis, Billy ha recorrido cuanto rincón gótico hay en Buenos Aires, y eso que los hay, porque están las fiestas góticas industriales, están las fiestas medievales y las fiestas sados, solo por nombrar algunas. Además de las casas de música especializadas y de las casas de diseño de indumentaria exclusivamente gótica.
Y así, y gracias a la variedad, el movimiento gótico se mantiene aún vigente después de 20 años de haber pisado por primera vez nuestras pampas, a través de jóvenes que escuchaban a bandas como The Cure, y que importaban música por correo postal desde Europa y Estados Unidos.
“Mi mamá formó parte del primer movimiento gótico que hubo en el país. Ahora yo uso sus vestidos y sombreros”, cuenta Marisol que a los 22 años reparte su tiempo estudiando alemán, canto lírico y administración de empresas. A las fiestas medievales de Castelvania, organizadas por su amigo Cesar del Valle, va envuelta en vestidos con colas que arrastra por el piso y que tapa con un sobretodo en el colectivo para no llamar la atención. “Con mi ex novio –también gótico- nos peleábamos por el maquillaje cada que vez que salíamos. Yo le decía “¡nene pará que no me vas a dejar nada!””. Hoy, vive junto a sus padres con 13 gatos y 20 sapos, en una casa a dos cuadras de la avenida Rivadavia, en Caballito.
Claro que no hay gótico sin música gótica. Y claro que no existe un gótico si no hay un vestuario personal, identificatorio, elegante, y que sin lugar a dudas llega al sumun en la estética femenina que se expresa en corcets, vestidos de copa con miriñaque, vestidos largos de un estilo victoriano y capas que rozan el suelo. Y algunas eligen su toque medieval, otras eligen un estilo más vampiresco y otras el más sadomasoquista. Pero la búsqueda de vestidos góticos puede ser incansable: Ivana Ferreira, de 20 años, recorre cuanta feria americana se le cruce en búsqueda de su vestuario ideal, al que acompaña teñiendo su cabello a tono.

Los nuevos románticos
Conocidos como los nuevos románticos -por retomar las temáticas del Romanticismo de la primera mitad del siglo XIX-, para los góticos no todas son rosas cuando andan por la calle: a Cesar del Valle le gritan “Padre Grasi” por sus sobretodos, a Billy, “Matriz”, y Alejandra Mucaled, “Morticia” por su tez blanca. “Mucha gente no sabe que esto es un estilo de vida”, dice Cesar, que con 36 años es uno de los referentes de la movida. “No me interesa lo que piensa la gente, a mí me gusta usar mis chalecos de cuellos y mis camisas. Siempre me gustó vestirme elegante”. Con más de 15 años trabajando en una mueblería del centro porteño, además de organizar eventos góticos en el barrio de San Telmo estudia gaita y traduce animé japonés.
Pero claro, mitos y más mitos rodean a la movida gótica, que ellos mismos buscan por todos los medios desmitificar, pero… ¿qué hay de aquello de que los góticos beben sangre? ¿Y… de los vampiros? Nada más que fetiches de un movimiento cultural que se apoya en accesorios y simbologías que llegan hasta lo sadomasoquista con cadenas incluidas. Y hay más muestreo fetichista: cruces invertidas, cuero, ataúdes y gárgolas.
Púes hoy en la Argentina se encuentra el mayor número de góticos de toda Sudamérica, y no es casualidad para Billy porque “Buenos Aires es una ciudad eminentemente gótica gracias a su noche y a su arquitectura”. Pero pese a esta diversidad algunos emigran en búsqueda de caminos más transitable. Nosotros habíamos tocado en Chile en el 2004 y metimos unas 800 personas y decidimos mudarnos a Santiago”, dice Alejandra Mucaled, más conocida como Aka Aledi Alexia. Junto a su pareja, Jorge Salvador (conocido dentro del movimiento como Aka Tanzvador), y su banda Crucifix Nocturnal Christians viven al pie de la cordillera chilena desde hace un año.
Y a desmitificar se ha dicho: “Los ritos satánicos no tienen nada que ver con lo gótico que siempre está acercándose a Dios, pero la gran mayoría de las personas que estamos en la movida no somos personas normales, sea por locura o por creatividad. Tenemos un alma muy especial porque siempre estamos buscando más allá de las cosas”, dice Billy.

Ese delicioso gusto por lo raro

Todo un verano lejos del sol no suena del todo tentador salvo, claro está, que uno sea gótico o dark y esté convencido de que cuidar la piel es tan valioso como usar un maquillaje mortecino. Todo en pos de una estética que los góticos cuidan hasta el detalle.
Y los puntos en común siguen siendo lo raro, lo siniestro, lo sobrenatural, que se encuentra en toda la literatura gótica y en muchas de las películas de terror clásicas como “Entrevista con el Vampiro”, “El Cuervo” o “El bebé de Rosmary”. Dentro del ambiente, quien más, quien menos, ha visto las mismas películas, ha leído los mismos libros y se refugia en los mismos fetiches. “Ser gótico es ir a la esencia de todo, recorrer la historia. Es un sentimiento muy difícil de explicar”, dice Cesar del Valle.
“Me siento identificada con el sentimentalismo de la gente que es gótica. Yo iba a un colegio católico y me vivían retando porque según ellos daba una mala imagen. Pero no lograron cambiarme porque es mi estilo de vida, yo me saco la ropa negra y sigo siendo la misma: una romántica”, dice Ivana Ferreira, una gótica de 21 años, madre de un bebé al que llamó Atos en homenaje a uno de los personajes de la novela de Alexandre Dumas, Los Tres Mosqueteros. Mientras tanto el cuidado de su cuerpo cándido y delgado le da el visto bueno para posar como modelo viva en la Facultad de Bellas Artes. Y los grupos de góticos por las noches se hacen fuertes, caminando como en patota, haciendo la suya. Y se los puede ver más aún en los barrios céntricos como Monserrat y, un poco más allá, en Flores. La esencia de mostrarse tal cual son, un grupo todo de negro, y no tan raro como parece, que encuentra en la introspección y el gusto por lo distinto una manera de mostrarse. “El gótico lleva un hippie adentro”, dice Billy en un bar de pocas luces, cercano a la plaza Dorrego en el barrio de San Telmo.

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