viernes, 15 de junio de 2007

PH 15, fotografías en la villa.




Cazadores de imágenes

PH15 es una fundación que trabaja en la villa 15 enseñando a chicos y no tanto la expresión y el lenguaje que se crea a través de una fotografía. Una experiencia que lucha por acortar la brecha entre la villa y el afuera. Una mirada única-marginal que se esconde detrás de cada imagen.



Martín Rosenthal es fotógrafo. Rosenthal es profesor. Martín es viajero. Así, este profesor de fotografía, amante de los viajes, allá por los noventa se fue por Sudamérica para conocer el interior de pequeñas comunidades, relacionarse con sus habitantes y retratarlos en fotos. Feliz por cómo lo trataron, en retribución, decidió organizar talleres para enseñarles fotografía a los chicos de esas comunidades. “Armábamos cámaras con latas de leche y contenedores de lata, y yo andaba con mi pequeño laboratorio con frasquitos y papel para todos lados”, recuerda Rosenthal.
La experiencia le resultó motivadora, y cuando regresó al país, se preguntó por qué no organizar un taller de fotografía aquí, con su gente y en su ciudad. “Un día, mientras trabajaba para la Red Solidaria, fuimos a hacer una fotos a la Villa 15 de Ciudad Oculta y comprobé que a los chicos les llamaba la atención y les gustaba todo lo relacionado con la fotografía; entonces decidí crear un taller con ayuda de personas de la comunidad. Y así surgió este taller sobre la fotografía como lenguaje”, explica. Fue en agosto de 2000.
“Estamos cansados de las señoras ricas que vienen a lavar su conciencia, acá es la justicia del revertir la prueba, primero tenés que demostrar que no sos culpable”, le advirtieron a Rosenthal apenas pisó Ciudad Oculta. “Los chicos no confían en la gente que viene desde afuera, quieren honestidad y por eso somos honestos con ellos. No sé por qué mucha gente viene a ayudar a la villa y promete que volverá la semana siguiente y después no regresa jamás”, opina el fotógrafo.
“¿Cómo me defino? Como un fotógrafo humanista y social, al que le molestan las desigualdades, por eso me involucré mediante la educación a través del arte, que es lo que sé hacer”, sintetiza.
Al poco tiempo de maquinado el taller precisó de más profesores. “Durante un año capacité a ex alumnos míos con el fin de que no solamente dieran clases, sino para que también acompañen el proceso y sigan la evolución de los chicos, y así el taller se extendió a lo que es hoy”. Todo creció con el nombre de “Fundación PH15”, tomado prestado de la denominación de la Villa 15 (Ciudad Oculta). Hoy, al espacio ubicado allí concurren chicos de entre 11 y 20 años.
“El gran problema de estos chicos es que se sienten discriminados. Ellos creen que nada de lo que puedan hacer trascenderá la villa. Tienen la autoestima bajísima, entonces siempre hay que luchar contra esas mismas ideas que heredan de sus padres”, explica Rosenthal. Él mismo resume el trabajo de la Fundación con un último fin, que es comprometerse y hacer algo más allá de los proyectos escritos en papel y olvidados, luego, en los órganos gubernamentales.

Andando la ciudad
La idea es inspirarse, explorar lugares y descubrir las situaciones que se originan. Como cazadores de sensaciones, así andan por la calle los chicos de PH15, registrando la ciudad y sus rincones. Buscan su foto, impregnan su sensibilidad en la imagen. “Queremos que los chicos se integren con la gente de afuera de la villa. Es increíble, pero algunos de ellos ni siquiera conocen el Obelisco, y están solamente a media hora de viaje”, relata. Así, los chicos desarrollan su propia mirada sobre la cotidianidad que los rodea, apropiándose del lugar en el que viven y descubriendo nuevos espacios para interactuar con lo exterior. El resultado de estos viajes fotográficos quedó plasmado en Ph15: fotografías por chicos de Ciudad Oculta, un libro de 80 coloridas páginas donde los alumnos de la Fundación muestran sus trabajos. Y entonces sí: cuando todo adquiere forma de fotografía, los docentes organizan exposiciones con las obras de sus alumnos y en espacios artísticos del país y de todas partes del mundo. Cada muestra implica una participación activa de los chicos en la selección de imágenes, edición, montaje de las fotos y diseño global. Ahí llueven los elogios, la admiración por el trabajo y la sorpresa por la calidad de las imágenes. “Nosotros queremos incorporar más chicos, pero para eso necesitamos mayor presupuesto, que alguien aporte un subsidio”, confiesa Rosenthal. “Yo creo en la calidad de la educación y no en la cantidad”. Para lo que resta del año, la Fundación se prepara con más exposiciones enmarcadas en diferentes temas. También algunos viajes para descubrir lugares y fotografiarlos, y una idea de expandir el taller a diferentes espacios en emergencia con objeto de brindarles a otros chicos la posibilidad de encontrarse con el mundo de la fotografía. Que así sea.

3 x Rosenthal
P. C. ¿El taller apuesta a una salida laboral?
M. R.: Nuestro objetivo primario es que no sea con salida laboral, y fuimos muy honestos al planteárselo a los chicos desde un principio. Tratamos que se integren con el resto de la sociedad, que logren trascender el contexto de la villa. P. C.: Las obras de los chicos, ¿están a la venta?
M. R: Claro, a través de Internet y en los misma exposición que organizamos. Algunos de ellos han podido vender sus obras mediante contactos que tenemos en el exterior. Así, Eugenio, unos de los chicos, vendió una fotografía suya y pudo comprarse una cámara de mejor calidad.
P. C.: ¿Qué es lo más destacable de estos futuros fotógrafos?
M. R.: Los chicos cuentan con una crudeza única en el momento de sacar fotografías. Eso solamente se logra a la edad de ellos.

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