sábado, 9 de junio de 2007

Ana Katz




Una chica cualquiera

Actriz, guionista y directora de cine y teatro, Ana Katz es una joven que se guía por su observación. Lúcida en los lugares comunes, no para de pensar. En su segunda película, “La novia errante”, actúa junto a su marido, Daniel Hendler.


Restemos: no se quedó ante las dificultades de dirigir una película, al contrario, dirigió, escribió y actuó en dos y este año va por una más. No es metódica para escribir, no hay horarios, cuando surge la inspiración, surge, y ahí nomás escribe. No está soltera, se casó en diciembre pasado con el uruguayo Daniel Hendler, el actor fetiche de Daniel Burman en sus películas “El abrazo partido” y “Derecho de familia”.
Con signo más: su opera prima, “El juego de la silla” recibió más de 15 premios en el exterior. Tanto en sus películas, como en sus obras de teatro explora terrenos cotidianos, desde el humor, desde la reflexión de los personajes, y desde las situaciones incómodas. Escribe, actúa y dirige. Este año estrena “La novia errante”, su segunda película, que ya fue seleccionada para la sección Cine en Construcción del Festival de San Sebastian. Y a mediados de año comienza con la grabación de la tercera, “La bendición”. Además le gustan los bares.
“Yo tengo una fascinación por los bares. Cuando pienso en mudarme de casa lo primero que quiero es que haya al menos un bar en dos cuadras a la redonda. Puedo estar todo el día en mi casa, pero en algún momento tengo que ir a un bar, a tomarme una lágrima, una gaseosa o una cerveza. Y en lo primero que me fijé cuando pisé por primera vez la Universidad del Cine fue en el bar que está dentro. Y ahora que lo pienso hay un bar. Pero ojo tampoco soy una borracha”.
Recibida hace ya unos cuantos años, Ana formó parte de una de las primeras camadas que salieron de la Universidad del Cine, a la que volvió tiempo después como profesora. Ahora esta porteña, de 31 años, es lo que se dice una chica proactiva que se encontró con la actuación a los 6, en un taller gratuito de teatro que tenía como escenario al Parque Centenario.
“Es muy difícil que en las fotos de mi infancia no esté disfrazada. Siempre me gustó disfrazarme, jugara a actuar”, dice. Y a medida que fue creciendo, su mirada se fue agudizando y comenzó a observar desde afuera: ahí empezó a escribir. Y siguieron los talleres de actuación cada vez más avanzados hasta que de la mano de Julio Chavez, su maestro por 7 años, encontró el verdadero camino.
“A veces me dicen: “tus personajes están bastantes locos”. Pero yo no creo que sea así, yo no busco que sean graciosas las historias que cuento. Pero muchas veces en mis trabajos se dan situaciones graciosas desde la misma incomodidad que sufren los personajes. Pero no me identifico con lo bizarro porque lleva implícito una idea de trazo gruesos que no me interesa contar”, cuenta Katz.


La mirada de los otros
Ana es una perspicaz descriptora de situaciones, que se asientan en sus trabajos en cine y teatro, y que muestran personajes de los más variados, pero reales, absolutamente reales. Tal vez un poco más exagerados, pero decididamente parecidos a un primo, a una vecina teñida de colorado, a una ex novia o a tres amigas que se viven peleando.
“A mí me influye mucho hayarme en los lugares. Yo elijo lo que hago una vez que voy al lugar y me imagino si me hayo o no. Lo veo como si fuera un decorado. Hay algo muy inmediato que es la primer impresión de lo que veo. Hay un conjunto de sensaciones que me dice si yo debo estar ahí”, dice Ana.
¿De dónde salen tus historias? Porque tus trabajos tienen mucho de observación.
Nunca paro de pensar y ordenar las ideas en mi cabeza. Soy muy mirona, miro todo. Yo tengo la cabeza dividida en dos: una parte de mí vive la vida, y después tengo como un archivo donde registro todo. Pero es parte de mi naturaleza y a veces me peleo con eso, porque a veces no me permite conectarme de manera natural con las cosas. Es muy raro que en mi cabeza yo no esté filmando lo que vivo. Muchas veces una escena real de mi vida no me alcanza para expresar todo lo que me pasa en el momento.
Una vez terminado el guión, ¿cómo sigue la historia?
Mis guiones caen en mano de un grupo de 15 personas muy conocidas por mí. En los que están mis padres, ni esposo Daniel y mi hermano. Yo les doy mis guiones para que los lean y me den su opinión pero nada más.
¿Y tus padres que te aportan?
Los dos son psicoanalistas, pero su mirada no es desde este rol y eso me gusta porque ellos tienen una visión más brutal de las cosas. Ellos funcionan como una aduana de referentes externos. Yo creo que si no fuera por los comentarios de la gente amiga mis trabajos serían mucho más repetitivos y un poco menos interesantes.
¿Y cómo les escapas a dos padres psicoanalistas?
Y no hay muchas opciones, viniendo de padres psicoanalistas no te queda otra que hacer terapia, y lo tuve que hacer primero para poder curarme de eso (se ríe). Yo empecé a los 11 años y bueno hoy sigo como mi analista Elvira, a que la quiero mucho.

Un día en la vida de Ana katz
“Yo cocino mucho, para mí y para mi marido. No soy una gourmet, pero me gusta cocinar y que la heladera esté siempre llena. Después en la semana sigo con mis cursos de danza jazz y también viajo bastante y veo muchos amigos que andan sueltos por ahí. Siempre hay una valija cerca de mí”, dice Ana.
Después llegan los viajes, con su notebook siempre a cuestas. Y desde el desorden crea sus obras de teatro y sus películas. Y mal no le va: la obra de teatro “Lucro cesante” ya lleva más de tres años en cartel, cosechando muy buenas críticas. Entonces el proceso de creación necesita de ver y rever películas, buscar escenas, mirar finales y comienzos.
¿Sos de mirar televisión?
Disfruto de Guinzburg y de Pettinato, de la manera en que piensan. Y son como unos panes de un sándwich televisivo (porque uno está bien temprano y el otro bien tarde) que, la verdad, después de eso no me interesa.
Muchos de los cineastas independientes hablan de las dificultades de llegar a realizar una película y que, además, llegue a un estreno en salas comerciales…
Hacer una película es un desafío muy grande. Y tenés que aceptar ponerte una mochila muy grande en la espalda. Y no tenés que autocompadecerte y victimizarte si las cosas no salen, porque es un proceso muy largo, en donde tenés que estar muy convencida de lo que haces.
¿Quien es referente para vos?
Soy una más de las que les gusta mucho Leonardo Favio. Es más, te diría que en vez de que me pague le pagaría yo para que me deje actuar en sus películas. Pero también me gusta otra clase de cine.
¿Cual?
El cine de catástrofe de Estados Unidos. Me gusta cualquier película en donde ocurra algún inconveniente natural, ya desde chica las miraba en televisión los sábados por la tarde. Me gusta para ver cómo hacen los personajes para luchar para sobrevivir. Los fuegos, los aviones cayendo, los deshielos, los hielos, los barcos...
Pues llegamos a un punto: desde los 24 a los 28 años filmó su opera prima, “El juego de la silla” que estrenó en todas las salas de cine. Y de ahí los tiempos se acortaron: la segunda película, “La novia errante”, llevó un proceso de un año y medio. Y para la tercera, “Bienestar”, aspira a llegar en tiempo record, quizás un año.
¿Y Ana katz a que otras cosas aspira?
Me gustaría mantenerme genuina, hacer un camino de crecimiento. Me encantan los directores que van transformando la mirada gracias a los caminos que recorrieron, que van ampliando la mirada.

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