sábado, 9 de junio de 2007

Grupo Catalinas Sur


Historia de una utopía

Catalinas Sur gestó al teatro comunitario en todo el país. Desde La Boca llenan todas las funciones con una obra que despliega el devenir de la historia argentina. Conocé a estos vecinos que apoyados en la unión hicieron realidad sus sueños.

Se abre el telón. Primer Acto.
Todo nació como nace este tipo de iniciativas: con la fuerza de un grupo de emprendedores que, es este caso, imaginaron al teatro como un espacio que fuera un vínculo de comunicación efectivo y público.
Cuenta la historia que fue a principios de 1982 cuando un grupo de vecinos que se reunía habitualmente en la plaza Islas Malvinas, en La Boca, para organizar mantenimientos edilicios en el barrio y exposiciones de artistas, decidió formar un taller de teatro. Ahí mismo convocaron a un director teatral uruguayo llamado Adhemar Bianchi. Así comenzó el viaje.
“En un principio a los vecinos les daba mucho miedo ir al plaza y actuar, nos decían “¿yo actor?”. Pero después fueron ellos mismos los que no querían dejar de estar en ninguna obra”, cuenta Cristina Paravano pionera de Catalinas Sur.
Segundo Acto. “Cuando hicimos la obra “Venimos de muy lejos” en 1990 y tuvimos tanta repercusión me dije: esto es más importante de lo que pensaba”, dice Cristina. Así se sucedieron las distintas obras que desde Los Comediantes, estrenada en 1983, hasta El Carnaval Veneciano, de 2004, llagaron al número de 15.
Tercer Acto. En pleno 1997 el grupo Catalinas alquila un galpón a unas pocas cuadras de la plaza Islas Malvinas, en la Boca. Después de dos años lo compran y, de pronto, Catalinas tiene una casa propia con gradas para 300 personas, cantinas, camarines, un sistema de iluminación, pasarelas, aire condicionado, y más …
Cuarto Acto. Así llega “El Fulgor Argentino, Club Social y Deportivo”, la obra de insignia del Grupo estrenada en 1998. Basada en la película de Ettore Scola “El Baile” -donde se cuenta la historia de Europa desde un salón de baile-, la obra de los Catalinas cuenta la historia argentina desde el salón de baile llamado “El fulgor argentino”.
“Ya salimos en los diarios, en la tele y en la radio, pero no nos la creemos” dice una Cristina Prirovano -ya caracterizada- en el inicio de la obra. Los resultados: todos los sábados llenan su teatro y para reservar plateas hay que hacerlo por lo menos con un mes de anticipación.
Quinto Acto. “El arte es un derecho de todos. Todo hombre tiene un artista dentro sólo hay que darle el espacio para que se exprese”, explica Adhemar Bianchi, director teatral de Catalinas. “Entonces nos dijimos: si nosotros lo hacíamos también lo podían hacer otros. Y nos fuimos barrio por barrio animando a otros vecinos y contándoles de nuestra propia experiencia”.
De su impulso nacieron 25 grupos en Capital y en el interior del país que hoy ya tiene independencia de Catalinas y que se presentan sus propias obras con su temática particular.
FIN

El mensaje de los nadies
“Nuestros espectáculos tienen mucha música y la gente descubre un día que sabe cantar y actuar y que detrás de todo hay una vocación. Por ejemplo, hay gente que nunca había abierto la boca y de pronto fueron solistas”, cuenta Paravano.
Pero ¿qué es el teatro comunitario? Principalmente grupos de contención y estímulo, que tienen bien en claro que las obras que presenten deben ser un vehículo artísticamente adecuado, entretenido y bien hecho.
Y sigue: el progreso en un actor de teatro comunitario no solamente se mide por los avances actorales, sino también entra en la balanza los progresos personales de cada uno. Entonces lo que se aplaude es la manera de expresar las emociones y la soltura que cada uno va tomando en el escenario.
“Acá no importan las edades. Vienen desde niñitos hasta una mujer de 86 años. Inclusive hay una guardería para los más chicos. El compromiso es tal que para muchos de los que formamos Catalina, el grupo es nuestra vida”, dice Cristina.
Entonces los sueños de alguien que nunca se había animado a se artista toman forman. Y en la alianza, como Adhemar Bianchi, gana el nosotros en lugar del yo.
Y rueda sobre el aire de La Boca la palabra utopía. Una y otra vez se sienta en las escalinatas del teatro. En cada uno de los espectadores que aplaude emocionado a los 100 Catalinas que acaban de dejar todo sobre las tablas. Suena la palabra utopía del mismo modo en la boca de Cristina, y también en la de Adhemar. Pues seguro de eso se trata: de concretar utopías, de no olvidar, y de creer en la posibilidad de un mundo mejor.

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