sábado, 9 de junio de 2007

Juan Darthés


Solo contra todas

Ser un galán de novelas suena tentador para cualquier hombre. Pero ¿qué hay detrás de un macho cabrío al que buena parte de las mujeres desean y no pueden tocar? Con ustedes Darthés: actor, cantante y macho a ultranza.

Por las mañanas apenas se despabila toma un café puro en la mesa de su cocina, que tanto ama. Si su señora y sus hijos ya están levantados comparte el desayuno con ellos. Sucede que el café durante el día tiene el poder de manipularlo en cada momento libre, es que sin ton ni son se autodefine gustoso del café, de su momento de abstracción y de la charla que bordea a la taza.
Juan Darthés, o la imagen de un hombre sencillo, es por sí solo una marca nacional de galán, aunque él luego avise que nada le gusta el mote. A la sesión de fotos llega con un agua mineral chica que la mantendrá destapada hasta bien entrada la entrevista. Estamos en un break de las grabaciones de su novela “Se dice amor”, dentro de los estudios de Telefe, observando a unos metros la observadora casa del Gran Hermano.
“Lo mío no es una pose, macho, yo soy así soy natural. No fabrico nada, estoy cómodo así y eso se nota desde abajo del escenario. La autenticidad es algo que la gente compra en todos los ambientes. Te doy un ejemplo: hasta en los chicos que están en los semáforos pidiendo plata te das cuenta quien lo hace con ganas y quien no. El otro día uno jugaba con una pelota y lo hacía con tantas ganas que después todas las personas de los autos le dieron monedas. Lo autentico, en todos los ámbitos, compra”.
Mientras posa para las fotos saluda a casi todos los que pasan por el lugar. Bromea junto a un técnico de TV, halaga la delgadez de una maquilladora y, ni por un segundo, pierde su estampa de enamorado de barrio. “Yo soy de Temperley, como te lo puedo explicar. Lo mejor que te puede pasar es tener amigos en todos los ámbitos sociales, yo soy amigo de los directivos del Canal, de los utileros y de los cámaras. Yo me siento cómodo con el ser humano, me sale así. Pero te digo que hasta es lo más inteligente, todos estamos colgados de un hilo, todos tenemos que ver unos con otros. Es inteligente mirar al otro y no verlo desde su lugar”.
Hijo de un papá cantante de tangos y una mamá actriz, Darthés de chico supo moverse con cautela dentro del cosmos que protege al arte. Hoy reparte su vida profesional entre la actuación y la música. “Mis padres nunca me vendieron que la profesión del artista iba a ser fácil”, dice.
Bueno, elegiste las profesiones de tus papás. Un buen combo para analizar por un psicólogo…
Juan Darthés: será por eso que nunca fui a un psicólogo. Me parece que lo mío no tiene solución. Creo, también, que es bueno aprender de gente que vivió de eso, que sabe de qué se trata, y que te dice que no todo es un juego, y que la actuación no es la fantasía de levantarse mujeres.
¿De chico fuiste de los que animaban las fiestas familiares?
J. D.: No, para nada. Nunca fui un niño prodigio de esos que animan fiestas. Recién cuando terminé la secundaria empecé a estudiar en la escuela de Arte Dramático, siempre supe a través de la enseñanza de mis padres que nada iba a ser fácil, porque es una profesión cambiante y tenés que prepararte todo el tiempo.
Y ¿cómo fue tu adolescencia?
J. D.: Me gustaba mucho el fútbol. Llegué a probarme en la Quinta división de San Lorenzo, pero no anduve. Ponía sangre y corazón pero me faltaba talento. Por lo demás mi vida la de un pibe normal de barrio que buscaba el mango para ver si podía safar. Laburando siempre.
¿Hasta con las mujeres? o ¿siempre fuiste un hombre codiciado?
J. D.: Siempre tuve que laburar mucho con las mujeres. Nunca fui un tipo de ojos celeste y rubio, lo que pasa es que la vida te va enganchando y me fui dando cuenta que podía ganar desde la sinceridad. Pero claro, alguna vez que he perdido y no fui correspondido por amor porque estoy mucho más allá del imaginario o de las fantasías. Uno sufre todo el tiempo y necesita ser amado y amar.
¿Cómo definirías a tus personajes en la tele? ¿Cómo es un galán pasa vos?
J. D.: Yo nunca fui un galán porque creo que el término ya de por sí solo es muy amplio. Hoy tener pose de galán es demodé, lo que vende ahora es la naturalidad. Por ejemplo, el personaje que estoy haciendo de Bautista en la novela del mediodía, al contrario de lo que sucede con los galanes no la tiene para nada clara. No conoce mucho de lo que pasa a su alrededor y es un tipo débil con sus sentimientos, que duda como todas personas normales.
Te gusta más el perdedor…
J. D.: A mi me parece que el perdedor gana mucho más que el ganador. Nunca creí en un ganador que funcionara, yo no me identificaría con un ganador que cree que tiene todas las minas encimas.
¿Y como es trabajar en televisión?
J. D.: La televisión es un producto mucho más masivo, donde hay mucha profesionalidad, pero a la vez es más frío que estar sobre un escenario. Yo hoy tengo que grabar 40 escenas por día, y me tengo que saber la letra, y tengo que saber bien donde ponerme y a la vez encarnar a un personaje al que no sé que es lo que le va a pasar al otro día.

100 mujeres y un camino.
Al contrario de muchos de sus colegas, Darthés no hace de su camarín un bunker de batalla. No cuelgas fotos de sus ídolos, no se nada con cábalas, ni tiene su rinconcito sentimental con sus hijos según pasan los años. Ni de cerca es una transportación de su casa. A lo sumo cuelga una foto de la Virgen María, las fotos de sus dos enanos (léase hijos de 6 y 9 años) y la foto de su mujer, que desde hace 12 años lo acompaña en el compromiso. Es que Darthés toma el camarín como un lugar de paso, nada más.
Menos aún cuando se va de gira con sus tangos, candombes y boleros. A los 41, este hombre que nació y se crío bien al sur, en Temperley, recorre ahora el país con su segundo gran gusto: la música. Cuando la revista esté en la calle estará tocado en Mendoza, San Luis y en el Torcuato Tasso en Buenos Aires.
Acompañado con un grupo de exquisitos músicos llamado Tango Loco -que se destacan en interpretaciones tangueras de canciones de Los Beatles-, en el escenario Darthés no es el mismo que está en la pantalla de la novela. Ya no dice las palabras justas, ni anda besando enamoradas. Desacartonado, en el escenario, Darthés se desprende la camisa y sin ponerse colorado mueve la pelvis de un lado hacia al otro, logrando como resultado un alboroto femenino en forma de griterío. Juega… histeriquea a las histéricas.
“Lo mío más que una histeria es seducción”, cuenta. “Este juego de seducción lo aprendí de la mujer. En este cabalgar de la vida he pasado por muchas situaciones arriba de un escenario, entre ellas, la de hacer una comedia musical personificando a Fellini con doce mujeres y yo solo como hombre arriba del escenario. Y me di cuenta de la energía que tiene la mujer, de que también está mucho más predispuesta para el juego que el hombre. Y este juego de seducción lo que te permite es que te mandes sin miedos, entonces te podés hacer el seductor y a lo dos minutos contar lo que te está pasando, hacer un cable a tierra y ser sincero a la vez. Yo cuando apenas piso el escenario con mi espectáculo le digo al público: “la vida es un juego, vamos a jugarla”. Y eso me ayuda a no creérmela.
Desde el escenario llega un mensaje positivo y bien argentino. ¿A dónde apuntas?
J. D.: Yo quiero que la gente que venga a mi recital salga con una energía positiva porque a pesar de todo los que nos pasa, vamos para delante. Entonces canto “Naranjo en flor” desde otro lugar y a pesar de que la letra dice “primero hay que saber sufrir, después amar, después partir”, está la vida y lo positivo. Y eso le da a lo que canto un sabor especial. Mi particularidad es que tiro el tango desde otro lugar.
¿Y no le das al tango una mirada más light, menos profunda?
J. D.: No, porque cuando se tiene que decir algo, se lo dice desde ese lugar. Yo cuando te canto “Con las alas del alma” te pego donde te tengo que pegar. Y si te canto “Pasional” quiero que te calientes, no quiero que te pongas a llorar. No por profundo hay que hacer un pozo.
Sos una especie de cantante patriótico…
J. D.: Yo no soy argentino desde el patriotismo ridículo y barato. Creo que hay gente muy buena y que hay mucha prensa para la gente trucha. Vos lees el diario y parece que todos fuéramos unos truchos y, sin embargo, hay mucha gente que labura porque sino no estaríamos donde estamos. En el fondo el argentino es buena gente, me gustaría que en algunas personas lo bueno no estuviera tan al fondo.
Dirá también que ama las provincias y a su gente. Y otra vez insistirá, como cual gobernante optimista, en que los argentinos debemos convencernos de que podemos, porque cuando nos brindamos lo hacemos de verdad.
El break entre medio de las grabaciones no da tregua, debe volver a lo suyo: entonces conquistará, sufrirá y se enamorará. Este Juan Darthés, que produce amores repentinos en formato de hombre sencillo, se va como vino, caminado canchero y repartiendo saludos hacia todos los rincones. Es que al fin y al cabo será como él dice y todos seremos artífices de nuestro propio destino.

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