sábado, 28 de julio de 2007

Mi perito preferido


¡Algo está por explotar!

Publicado en Revista Hombre

Desde hace 20 años Oscar Gimenez es perito de explosivos y trabaja en el Comando de patrullas de Quilmes. Se pasa las horas coqueteando con bombas caseras, detonadores, dinamitas y granadas que adornan su ardiente oficina.
La ciudad hace ruido por todos lados. ¿Alguien sabe donde está pisando? Por las dudas cuando veas un paquete primero corré y después avisá a la policía. Las bombas no se sabe quien las carga pero lo que sí es cierto es que el sargento Gimenez las puede hacer detonar.
Acurrucado y frente a un cartel de “prohibido fumar” avisa que la realidad puede detonar en cualquier momento ... ¡y a taparse los oídos!


“Antes trabajaba en la municipalidad de Buenos Aires y a la tarde era ayudante de un contador, pero me faltaba algo, necesitaba un poco de acción que le diera gusto a mi vida. Y me metí en la policía y al año empecé como perito de explosivos”. De su cambio hasta hoy pasaron 20 años a puro ruido, de bomba en bomba.

“Los casos más difíciles lo representan las granadas que están vencidas, que no se pueden ni tocar. También los artefactos sofisticados que contienen novedosos sistemas electrónicos son peligrosos para controlarlos. Generalmente los terroristas los ponen en los bancos de firmas extranjeras, empresas privadas, municipalidades y hospitales públicos”. Para mayor seguridad mejor quedarse en casa.

Un machito cabrío. “Una vez tuve que desactivar unas bombas que estaban dentro de dos ataúdes en la puerta de un diario y no había nada de luz. Entonces les pedí a los policías que estaban en los móviles que alumbraran el lugar y todos salieron disparando. Así que arrimé yo mismo los patrulleros y trabajé sólo en la desactivación”. Cuando terminó los puteó uno por uno, como para que no se olviden quien es el más guapo de todos.

La rabona está demodé. Antes cuando la profesora de matemáticas tomaba examen y nadie había estudiado se optaba por hacerse “la rata” con los compañeros, pero ahora los pibes son más terminantes y van directamente al grano: “En la semana tenemos de 10 a 12 llamados telefónicos de escuelas que casi en su totalidad son de resultado negativo. Generalmente dejan cajas con piedras y papeles que dicen “boom” en su interior”, explica el sargento. ¿Quien se anima a decir que la educación no está cerca del estallido?

El libro gordo del perito. Para que sepamos todos: “cuando encuentren un paquete en la calle no lo muevan y mucho menos jugueteen con el, porque al levantarlo se activa el sistema y ya no se puede trabajar con lo que hay adentro”, dice Gimenez manoseando un detonador dentro de su despacho.
Para que sepamos 2: El sargento Gimenez lleva un celular incrustado en el cinturón del uniforme que sólo usa en los momentos de ocio porque como explica “el celular es uno de los mayores enemigos del perito. Cuando hay peligro de que un explosivo estalle lo primero que hay que hacer es apagar los celulares y las radios de los que andan por la zona ya que las frecuencias pueden hacerlo detonar”.
El miedo a las blancas. “Cuando salgo tras un llamado de alerta estoy tensionado, aunque yo asimilo el miedo una vez finalizado el trabajo, cuando estoy en plena acción lo hago sin nervios y sin dudas. Al haber trabajado durante más de 20 años como perito le perdí el miedo a la muerte”, aunque aclara con pavor que “lo único que me da temor son las armas blancas. A mí un tipo con un revólver o una bomba no me asusta, pero alguien con un cuchillo me da terror porque puede abrirte de par en par sin que vos puedas hacerle nada”.

Papá Noel siempre trae regalitos. Cada fin de año los peritos tiene más trabajo que nunca gracias a la pirotecnia ilegal. Nunca falla, siempre hay un galpón que detona. “La pirotecnia clandestina no explota sino que detona en masa. Es algo sublime que una vez empezado es imposible de frenar”, explica emocionado Gimenez al imaginarse tal fogonazo.
Mejor ... pirotecnia legal.

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